domingo, 15 de julio de 2012

Rocroi, el último tercio.


LA BATALLA DE ROCROI. AUGUSTO FERRER-DALMAU.

Toca renovar el blog, que está un poco abandonado. Pero vuelvo con fuerza, con un artista contemporáneo realmente impresionante. Se trata de Augusto Ferrer-Dalmau Nieto, autor de la pintura de la Batalla de Rocroi titulada “Rocroi, el último Tercio”.



AUGUSTO FERRER-DALMAU NIETO

El artista del que me voy a ocupar en esta entrada es Augusto Ferrer-Dalmau Nieto, heredero de la corriente del realismo pictórico catalán. Nacido en 1964 en Barcelona, pero en la actualidad residente en Valladolid, es un artista contemporáneo con una producción artística bastante amplia. Focaliza sus temáticas en dos elementos: paisajes urbanos y pintura ecuestre de carácter militar.

Cuenta en su currículum con exposiciones en los principales centros artísticos del mundo, como son Londres, París, Madrid o Nueva York. Destaca el uso de sus pinturas como ilustraciones de publicaciones tanto de arte como de historia. Su obra puede encontrarse en diferentes museos españoles (Museo Histórico Militar, Museo de la Guardia Real) y en variadas colecciones particulares.

En cuanto a la técnica, cabe destacar la maestría del artista. Su pintura de tintes escenográficos consigue emocionar y despertar el sentimiento del espectador mediante elementos puramente técnicos, utilizados con una gran calidad estética: perspectivas, iluminaciones, calidades, encarnaciones, etc.

Ya se ha dicho que Ferrer-Dalmau es heredero de las corrientes de fin de siglo XIX y del siglo XX, con especial interés por el realismo catalán, las recreaciones históricas y el paisaje como género pictórico. Estas corrientes han sabido sobrevivir en el tempestuoso mundo de las vanguardias que se vienen sucediendo desde el siglo XX, contando con Augusto Ferrer-Dalmau como uno de sus principales valedores.

Personalmente, y basándome en su interés por las corrientes catalanas de los siglos XIX y XX, me gustaría hacer una pequeña referencia a los pintores Santiago Rusiñol y Ramón Casas. Ambos pertenecen a este periodo de cambio de siglo en el ámbito catalán pero con relaciones con París y sus vanguardias. Rusiñol tendía hacia una pintura simbolista y de paisajes, siendo muy conocidos sus paisajes; mientras que Casas se acercaría a un estilo académico histórico pero con tintes impresionistas, lo que derivaría en el modernismo catalán. Si mezclamos el paisajismo de Rusiñol y el academicismo de Casas, obtenemos el caldo de cultivo idóneo para servir de antecedente, de modo lejano y ligero, a Ferrer-Dalmau.

Si nos centramos ahora en analizar someramente la producción de Ferrer- Dalmau veremos que gira en torno a los dos bloques que se han mencionado previamente. En mi opinión ambos bloques se pueden poner en relación con dos artistas punteros.

Respecto al realismo aplicado a la temática de los paisajes urbanos, es obligada la referencia a Antonio López, el más afamado pintor de esta corriente. Con él Ferrer-Dalmau tiene en común unas vistas de Madrid, con un aspecto bastante similar.

Centrándonos en el segundo bloque, la pintura ecuestre militar, no podemos obviar como precedente de manera clara y evidente la figura de Josep Cusachs, pintor catalán de finales del siglo XIX. Cusachs compaginó sus estudios en la Academia de Artillería con su formación y producción pictórica con temática histórico-militar y la especial presencia del caballo. Su estilo, como le corresponde a un hombre de su época, se adecuaba al realismo catalán pero completamente abierto a las vanguardias. No se decantó por ninguna de ellas, sino que tomaba elementos aislados que le servían para enriquecer su estilo propio. La Sala Parès de Barcelona fue el principal punto de exhibición de su obra, como también pasaría con Rusiñol y Casas.

ROCROI, EL ÚLTIMO TERCIO

La obra que centra esta entrada del blog es “Rocroi, el último tercio”, realizado en el 2011. Una obra que implicó una gran labor de documentación, incluso surtiéndose de réplicas del armamento original para ser completamente fiel a la realidad. El autor nos cuenta parte del proceso de elaboración en su blog

Antes de hablar de aspectos artísticos voy a hacer un pequeño resumen de lo que fue la Batalla de Rocroi y de su relevancia histórica. Fue una batalla que tuvo lugar durante la Guerra de los Treinta Años, entre Francia y España, en 1643. Luis II de Borbón-Condé al mando de las tropas francesas derrotó a los tercios de Flandes españoles a las órdenes de Francisco de Melo. Las consecuencias de esta derrota fue el inicio de la ruina de los tercios españoles, que a pesar de que no fue su primera derrota sí que fue la que denostó su imagen en ámbito europeo. Supuso además un cambio en el papel hegemónico de España en Europa, a favor de Francia.

Es obvia la identificación de esta obra con el cuadro de la Rendición de Breda del maestro barroco Diego Velázquez, principalmente por la iconografía. Aunque en un análisis más profundo, entrando en la disciplina iconológica, podemos ver que son bastante diferentes. En la obra de Velázquez la actitud de los protagonistas es casi amistosa, mientras que en la imagen de Ferrer-Dalmau la actitud es de desafío, de enfrentarse con honor a la muerte segura, puesto que era el último tercio español de la batalla, dominada por las tropas francesas. 

En la obra de Ferrer-Dalmau los escorzos de los caballos, instrumentos musicales y las lanzas en la parte superior consiguen crear una perspectiva en la que el ambiente tiene unos tintes grisáceos, igual que el cielo de fondo. Las masas resultan equilibradas en la composición, tanto en las posiciones como en las gamas cromáticas empleadas, aportando un encuadre un tanto fotográfico. Sobretodo destaca la maravillosa consecución de las calidades de las armaduras, que convierten a la obra en una pintura preciosista, junto con las banderas de los tercios ondeando, mostrando el valor de los militares allí presentes. Por no convertir esta entrada en una sucesión de alabanzas al cuadro, lo que menos me gusta es la caracterización de los personajes, desde mi punto de vista algo fría. Pero es simplemente una apreciación dentro de una obra maestra.

A modo de anécdota es curioso hablar sobre la especial relación que guarda este cuadro con el escritor Arturo Pérez-Reverte. No solo porque escribiera el prólogo al libro explicativo de la obra, ni porque escribiera además un artículo sobre la figura del perro que centra las miradas del cuadrosino por su conexión con la película Alatriste, basada en las novelas del autor. En dicha película, la escena final se asemeja visualmente al cuadro de Velázquez pero ambientado en la batalla de Rocroi, donde el último tercio español destrozado rechaza una rendición para morir luchando.

Como conclusión puedo decir que es una obra impresionante cuando se ve al natural, que nos remite a un artista con gran talento, pero poco conocido socialmente por la temática de sus obras. Completamente recomendable acercarse a la obra de Augusto Ferrer-Dalmau.

Fuentes y sitios de interés:




viernes, 6 de enero de 2012

¿Oro o Victoria?

¿Oro o Victoria? Hipómenes y Atalanta, de Guido Reni.
Ese es el dilema al que se ve sometida Atalanta y que para ella tiene fácil solución. Sin dudarlo ni un momento la heroína detiene su carrera y se agacha a recoger las manzanas de oro que su contrincante le lanza.

¿Pero quién es el apuesto hombre que consigue detener a Atalanta en su carrera? Se trata de Hipómenes.

La leyenda dice que su padre, que solo quería hijos varones, la desterró, hasta que fue encontrada por unos cazadores que la criaron hasta que fue una mujer adulta. Debido a esta educación Atalanta se consagró a la diosa Artemisa, diosa de la caza, imitándola y manteniéndose virgen. Un oráculo predijo que cuando se casara sería convertida en un animal, de modo que Atalanta, muy previsora anunció que se casaría solamente con aquel hombre que pudiera ganarle en una carrera. Ninguno lo consiguió hasta que apareció en su camino Hipómenes, un joven aliado con Afrodita, la diosa del amor. Afrodita le había facilitado tres manzanas de oro del jardín de las Hespérides, que debía lanzar para retrasar a Atalanta en la carrera. Con esta curiosa artimaña el pretendiente pudo vencer a la heroína y obtener su mano en matrimonio.

Como hecho curioso destaca la relación de esta joven pareja con Cibeles que pasaré a relatar en este momento, aunque aparecen varias versiones de este hecho. Se dice que en una tarde de cacería los esposos tuvieron un encuentro amoroso en un recinto sagrado. La diosa como muestra de su enfado y de acuerdo con Zeus les convirtió en leones, destinados a tirar de su carro para la eternidad, tal y como aparece representado por ejemplo en la escultura representada en Madrid.

Esta obra fue realizada por Guido Reni (1575-1642), pintor clasicista del foco de Bolonia. Se formó en el taller de los Carracci y los siguió a Roma, llegando a trabajar incluso para el papado, con Pablo V. Además desarrollo su pintura en las ciudades de Nápoles, Bolonia y Rávena. Es en esta última ciudad, en la segunda década del siglo XVII donde pinta la obra aquí tratada, “Atalanta e Hipómenes”, actualmente en el Museo del Prado de Madrid, aunque con cierto debate con la copia que se encuentra en el Museo de Capodimonte.

Es representante de un clasicismo muy emotivo, con miradas cargadas de sentimiento. Su colorido contrasta no por oposición, sino por intención al tenebrismo de Caravaggio, tendiendo hacia un estilo más propio de Rafael. En “Atalanta e Hipómenes” destaca la importancia de un fondo con tintes espaciales, sobre el que destacan ambas figuras, con colores pastel que invitan al sentimentalismo pero que a la vez marcan unas anatomías tersas. Atalanta quizá es representada de manera demasiado masculina y se pudiera pensar que Hipómenes tiene algo de amaneramiento femenino.

La Historia de este cuadro es bastante ajetreada. Esta información está tomada del estudio de Vicente Lleó Cañal de la Universidad de Sevilla. En un primer momento estuvo este cuadro apartado por mostrar desnudos considerados pecaminosos. Después se pensó que era una copia, siendo el original el del museo napolitano de Capodimonte, pero en 1970 a raíz de una restauración en el Museo del Prado se llegó a la conclusión de que el de España era el original.

Por todo esto me ha parecido interesante hacer una nueva entrada en arteando-ando sobre esta obra.